Salamanca es una de las ciudades más bonitas y menos conocidas de España. Intentar siquiera nombrar las muchas maravillas de esta ciudad sería imposible, así que me limitaré a las que vi durante un paseo, una noche de invierno.
El corazón de Salamanca es la Plaza Mayor, un lugar de paso y también de parada obligados. Como en tantas ciudades españolas, calles estrechas y antiguas convergen en la Plaza Mayor de Salamanca, para crear un espacio suntuoso de fachadas geométricas y balcones que se repiten de forma casi compulsiva.
La catedral de Salamanca es impresionante, en primer lugar por su volumen y después por la riqueza de sus pórticos, su perfecto estado de conservación y su inigualable entorno en una plaza en la que parece haberse detenido el tiempo y acompañada de otros monumentos que lejos de hacerle sombra, hacen destacar más, si cabe, la belleza de esta joya arquitectónica.
La universidad de Salamanca goza de gran prestigio y en el pasado fue un referente, pues entre sus alumnos se cuentan (Fray Luis de León o Calderón de la Barca entre otros) Abajo puede verse la estatua erigida a Fray Luis de León frente a la entrada principal.
El escudo central de la fachada plateresca está dedicado a los Reyes Católicos. Pero en la fachada, también se encuentra una rana esculpida sobre una calavera y es muy popular, pues dice la tradición que concede un deseo a aquél capaz de verla entre tantos detalles.
No voy a mostrar dónde localizarla exactamente para que siga teniendo gracia buscarla y, de paso, deleitarse con la belleza de la fachada ; )
Junto al río Tormes se alza la Casa Lis, que es ahora un museo de arte moderno. Su fachada acristalada luce espléndida por las noches, como se puede ver.
Otra seña de identidad de Salamanca es la Casa de las Conchas, que como es evidente, recibe su nombre por los adornos que cubren la totalidad de la construcción.
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